Ajeno a los mitos y leyendas de los humanos, el cisne surge en las sombras del lago con majestuosidad y avanza hacia el lugar donde me encuentro; no me parece de nieve por más que se empeñe Rubén Darío en las Prosas Profanas.
Lo miro y no creo que pueda encarnar a Zeus, dios violador y caprichoso, pienso en los cientos de dibujos, pinturas, mosaicos… que representan a “Leda y el cisne” y no veo que sea un animal erótico; los grandes pintores que desde el siglo XXVI hasta hoy representaron la escena, no sustituyeron la figura de Leda por una oca.
Elegante y sereno da media vuelta, tampoco creo que tirase del carro celeste de Apolo, ni del carro del Sol; no lo veo ayudando a caballeros del Grial, ni creo que sea el dios Visnú salvando rebaños.
Culturas muy diversas han construido mitos y leyendas con el Cisne, simbolismo contradictorio; representado de todas las maneras posibles: monedas, joyas, esculturas, escudos, pinturas, poemas, constelaciones…
Simplemente, ave hermosa.
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