12 de octubre de 2010

El viejo Roble

De cuando en cuando visitaba la Carbayeda del Tragamón y la de los Maizales, separadas tan solo por una carretera local. Lugares míticos para la ciudad, escenarios de Libertad y Cultura, vigiladas y reprimidas  durante demasiados años.
Habían cambiado mucho las cosas desde que conoció estos escenarios, ahora el Tragamón formaba parte del Jardín Botánico y gozaba de mucha más tranquilidad; le gustaba visitar el Botánico para encontrarse con su viejo  Roble.
Recordaba bajo este testigo mudo de más de quinientos años,  los acontecimientos y emociones que había vivido, lo que pudo ser y no fue, las oportunidades perdidas y los sueños truncados.
Le gustaba sentir el viejo tronco, acariciar su corteza rugosa; le despertaba el tacto  y recordaba tantas emociones vividas a través de sus manos.
Escuchaba el silencio, veía miradas que no necesitaban palabras; el rumor de las hojas se imponía lentamente y se convertía en un sonido de roces de cuerpos, respiraciones entrecortadas.
Cansado se deja caer en el lecho de hojas secas, se estremece con el olor de la  tierra húmeda, mira hacia el cielo y contempla una vez más el  aspecto trasmocho  del viejo Roble mientras se sumerge en sus recuerdos.

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