Hace unos días, estaba
sentado en un pequeño porche de una casa de pueblo en la montaña; el jolgorio
del Gorrión Común Passer domesticus era constante
a un metro por encima de nuestras cabezas.
El alero de unos dos
metros albergaba una colonia de gorriones nidificando entre la teja y la madera,
las idas y venidas eran constantes; entraban desde un pino y cerezo cercanos,
unas veces con material para el nido y otras con capturas para la ceba. En estos árboles, otros gorriones, alimentaban
a escandalosos jóvenes que aleteaban constantemente.
Con tanta tentación
rondando en un mundo paralelo, verdadero
esfuerzo me supuso seguir en el mundo de mis interlocutores; ahora me he dado
cuenta que, no he hecho todas las
fotografías que debía, pajas colgando de los huecos del alero…, pollos o él
propio alero.
Pese a ser escandalosos y
un poco sucios, los gorriones parecían ser apreciados por mis anfitriones, yo
sentía envidia de tan ruidosa compañía.
Ya he dicho en más de una
ocasión que el declive del Gorrión común, desde mi punto de vista, tiene que
ver con una serie de factores y no con uno solo.
Enlazando con la entrada
anterior en el tema de rehabilitaciones…, el tener una casa llena de vida es
cuestión de pequeños detalles, sin coste añadido.
También puede ser de tu interés: El
baño del Gorrión
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