La nieve de fondo hace de reflector, los segundos que se dejó ver la Curruca rabilarga no fueron suficientes para que yo pudiese hacer una fotografía presentable; la subo a tamaño pequeño que aumentando empeora.
En esta ocasión he visto pocas aves, tampoco me parece que dé para muchas más de las que hay, todo está muy mermado y aun queda invierno; la vida por encima de los 1.000 metros se vuelve dura. La gente ya está bajando los caballos del Puerto.
Por las alturas un día con nubes y claros, un cielo con colores y formas muy cambiantes; la subida de la temperatura y los ratos de sol hicieron que al caminar me enterrase hasta las rodillas, aun así, agradable.
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